Todo amante del bienestar ecológico ha oído hablar de los Parabenos. No sin hacer la cruz con los índices en el intento de alejarlos cual si de vampiro se tratase. Pero sabe que convive con ellos. Invisibles y cercanos. Muy cercanos. A su piel. Están silenciosos ayudando en nuestro aseo diario, en nuestro maquillaje, el gel de baño y entre nuestro set de afeitado. Son los Parabenos sintéticos. Que pusieron en nuestras vidas con extrema discreción y a discreción, aquellos que lentamente inventaron la industria. Y por ende la industria de la belleza. Y por otro ende, la de la cosmética.
Parece ser, por lo que he oído en mis lecturas que nuestro cuerpo sabio los absorbe y metaboliza, incluso los sabe eliminar sin dejar rastro tóxico. Son un grupo de seis conservantes. Y me pregunto que, aunque nuestro organismo los acepte, recepcione y elimine dado su enorme capacidad de defendernos, ¿Qué provoca o cómo actúan todos esos Parabenos o Parabenes (que por lo que he oído en mis lecturas son usados por su bajo coste) en muestra piel, nuestro aseo, nuestro rostro, nuestra epidermis más escondida y nuestro cabello más lúcido? ¿Se daría el caso, supongo, de que los Parabenos del maquillaje nos los quitamos con los del tónico, y los de la barba con los del gel o el maravilloso after shave? ¿Nos los colgamos de nuevo con la crema protectora solar? ¿Hay algún momento del día, por pocos minutos que incluya, en que estemos libres de ellos y hayan dejado de merodear por nuestro cuerpo para que éste descanse o proceda a sus “labores propias”?
He oído en mis lecturas que su función es evitar en los productos la proliferación de agentes infecciosos u hongos. O sea, que nos dure más tiempo en vigor nuestra crema facial, laca de uñas, gel de baño, algunos fármacos y refrescos o comidas precocinadas, entre otros, claro.
Por ello los podríamos encontrar en todo lo que nos rodea. En mayor medida o asiduidad, lo que nos rodea en nuestra piel.
Tal vez, regresar al pasado para perder algunas de esas cosas modernas que se lograron para “avanzar” como grupo humano, sólo tal vez se me ocurre pensar, que podría ser bueno. Quiero decir, sano. Y natural.
Ecológico lo llaman. Ecología. Lo que sea… pero de mi burro no se baja la idea de que sería necesario. (¿Imprescindible?) Afortunadamente, cada vez hay más tiendas y marcas de productos ecológicos que nos ofrecen soluciones libres de parabenos.
-SoL-